La violencia dio un respiro a una Quito parcialmente paralizada desde hace más de dos semanas por protestas indígenas, aunque persisten la tensión, las consignas pintadas en los muros y las cicatrices de los choques con las fuerzas del orden.
El alto costo de vida desató las manifestaciones y la consiguiente llegada de unos 10.000 indígenas -estiman las autoridades- que se concentran en la zona centro-sur de la capital de Ecuador, en un perímetro de unos tres kilómetros.
Muy pocos automovilistas ingresan, y con mucha precaución, por temor a ser apedreados. "La gente tiene miedo. En cuanto los ven, se dan la vuelta", dice Francisco, un mototaxi.
Los manifestantes "son impredecibles y muy violentos", agrega, acusación que se reitera en la rica zona norte de la ciudad, donde la vida transcurre con normalidad.
Grupos de indígenas van y vienen ondeando sus banderas, no se sabe bien a dónde. Otros parlotean al pie de altos árboles en el verde césped de un parque.
La multitud concentra toda la diversidad de las 13 "nacionalidades" indígenas oficialmente reconocidas en el país, aunque más de 30 pueblos y comunidades viven en las montañas andinas, la Amazonía y la costa pacífica.
Visten jeans, rompevientos, camisetas de fútbol y chaquetas deportivas, aunque invariablemente aparecen los sombreros de fieltro y los ponchos rojos o rayados de los pueblos kichwas de la Sierra Central.
Las tribus amazónicas se identifican con pintura en el rostro, a menudo una franja horizontal de tinta negra. O su majestuoso tocado elaborado con las plumas multicolores de los tucanes y otros guacamayos de la selva.
El casco de construcción, el tapabocas y una lanza de madera indican que pertenecen a la "guardia indígena", las tropas de choque de los manifestantes que "protegen a los líderes" de la protesta y se enfrentan en primera línea a los antidisturbios, explica con orgullo uno de los a ellos.
Pero el arma más difundida, no por ello menos eficaz, es sin duda la vuvuzela sudafricana, muy difundida y que invariablemente señala, junto con los petardos, cualquier concentración en las calles.
Bebés cuelgan descalzos sobre las espaldas de algunas mujeres; los hombres son musculosos y de modales sencillos. Almuerzan al paso, sentados en la vereda, rosquillas de harina de maíz o yuca. Son campesinos que se instalaron allí, entre los edificios, en el corazón de la gran ciudad.
El Centro Cultural Ecuatoriano (CCE), un imponente edificio circular de hormigón con cristales plateados que reflejan el cielo azul de los Andes, es su cuartel general.
Los indígenas también tienen base en dos universidades vecinas, la Universidad Salesiana y la Universidad Central, donde comen y pasan la noche. Salen de madrugada en pequeños grupos, obstruyendo el tráfico, golpeando o apedreando -constatamos- a los vehículos que no dan marcha atrás cuando se acercan.
El cercano Parque Arbolito es su principal punto de encuentro, cerca de la Asamblea Nacional, fortificada por la policía.
Los vidrios destrozados de los edificios vecinos, el asfalto derretido por el fuego y las piedras que aún cubren la vía dan testimonio de la violencia que se vivió este sector cuando los manifestantes intentaron -dos veces- en los últimos días ingresar al Parlamento.
Aparte de lo que se ve afuera de la sede legislativa, la policía no es muy visible; solo raramente se ven uniformados en alguna esquina con sus chalecos amarillos fluorescentes.
Mientras el presidente conservador Guillermo Lasso anunció el martes la suspensión del diálogo iniciado el día anterior con los líderes del movimiento, el ambiente es de expectación.
Tras ese anuncio, algunas decenas de manifestantes se arrimaron a las torres de la enorme basílica católica neogótica del "Voto Nacional", donde comenzaron las laboriosas negociaciones.
En la calle, la pequeña multitud indígena espera largas horas. Algunos cantan una danza circular al son de una armónica. Una consigna a veces intenta despertar la apatía: "¡Viva el pueblo!", "¡Fuera Lasso, fuera!".
Aparece el líder del movimiento indígena, Leonidas Iza. "¡Queremos la paz! Manténganse unidos, no abandonen sus bases, no tomen medidas".
Pese a que no hay ningún incidente destacable que reportar, la movilización continúa.
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